El desarrollo tecnológico y el dominio. Algunos elementos para reflexionar
El desarrollo de la tecnología en sus aparatos, proyectos y realizaciones concretas representa el eje en que se basa el sistema. Gracias a este desarrollo el sistema se reestructura y refuerza, penetrando cada vez más en los cuerpos vivos y adquiriendo nuevas posibilidades de gestión y control de los que se definen “recursos naturales”, o sea de todo lo que existe y que es considerado de algún provecho para fines humanos, y por eso potencialmente explotable.
Las biotecnologías representan el ápice del control de los procesos biológicos desde el nacimiento hasta la muerte y de la manipulación de los organismos vivos. A través de las técnicas de ingeniería genética los seres vivos se hacen objetos de experimentación para la investigación científica y nuevas mercancías para satisfacer los intereses de las multinacionales químico-farmacéuticas y del agribusiness.
Las nanotecnologías, actuando a escala nanométrica (una mil millonésima parte de metro) operan en el reino de los átomos y moléculas. El desarrollo de estas tecnologías ha permitido acceder a los “ladrillos de la materia”. De esta manera se puso la base para obtener una uniformidad material a escala nanométrica, a través de la cual es posible unir un organismo vivo con materia artificial.
Si por un lado biotecnologías y nanotecnologías, con su existencia y utilización, crean nocividades, por otro lado el dominio nos las propone come soluciones a las mismas nocividades que producen, garantizándose la apertura de una nueva rebanada de mercado. No es mas que el esfuerzo del sistema tecnocientífico para perpetuar su existencia respondiendo a las necesidades inducidas y buscando mostrar su intervención como necesaria y indispensable. La existencia del sistema no puede prescindir de la destrucción, la explotación y la opresión de los seres vivos y la tierra. La única solución es atacar el poder para verlo destruido. El desarrollo de las nuevas tecnologías convergentes es el frente que no podemos no tomar en consideración desde una crítica radical y en el marco de una lucha que mira a atacar en su raíz la destrucción ecológica, que no tiene antecedentes en el planeta, y la degradación del ser humano, conscientes que el mundo presente y lo del mañana están ahora en juego, en la convergencia de los aparatos científicos del dominio.
Ningún pacto y ninguna mediación son posibles porque, tomando el papel de interlocutores y reconociendo como tales las demás partes en juego, no se hace mas que el juego del poder, que necesita protestadores que encanalar hacia un disenso pacificado. Un disenso que busca más la espectacularización de la oposición que la creación de momentos de verdadero conflicto con el sistema.
Delante de una oposición “en los límites de lo aceptable”, el sistema se involucra, buscando nuevos caminos para obtener aprobación y aceptación social, cediendo en algunos puntos para darse una forma diferente, y adaptándose a las condiciones para poder obrar tranquilamente y obtener la aprobación y el apoyo de los que antes lo fastidiaban. Pensamos por ejemplo a la cuestión del glifosato (uno de los herbicidas con mas difusión en ámbito agrícola, normalmente asociado a cultivos genéticamente modificados capaces de resistir a altas dosis de herbicida). Delante de las contestaciones el problema llegó al parlamento y, por la felicidad de muchas siglas del ambientalismo italiano, fue prohibido. Mirando más atentamente, pero, podemos enterarnos que a ser declarados ilegales fueron solo los productos que contienen el coformulante Ammina di sego polietossilata, o sea la minoría de los productos. El glifosato no es ilegal, y los que no avenenan ayer siguen haciéndolo hoy. Pero esta maniobra ha sido bastante para anular el disenso por parte de las siglas ambientalistas, contrarias al uso del glifosato hasta aquel entonces.
No es más que un juego de papeles en un teatro en que por un lado los manifestantes denuncian una nocividad mientras que por otro lado el sistema, hasta donde sea posible, busca satisfacer algunas peticiones para evitar que el disenso pueda superar el umbral aceptado y totalmente inmutado. Es necesario actuar ya en contra el existente y contra el sistema, sin dejarnos frenar por la lógica de la cantidad, que dirige hacia el camino resbaladizo de la política, de la mediación, de la concepción que para ser eficaces se necesiten grandes números.
Es necesario tener un horizonte alargado, en todo lo que hacemos y en las luchas que llevamos adelante, intentando individuar el enemigo y a eso oponerse. Cuando nos oponemos a la guerra, a las nocividades, a una cárcel, a la represión, a la explotación, a la autoridad, a la moral, deberíamos siempre recordarnos todos estos aspectos y intentar tener una visión global. La lucha radical contra una nocividad especifica es una oposición que no se limita solo a esa, sino es una lucha más amplia: la en contra del dominio que cotidianamente explota, controla y reprime. La oposición a una nocividad tiene que ser una chispa, un principio, un fuego que se propaga y pone en discusión mucho más.
La estrategia del sistema, la aceptación social
La justificación y la aprobación social son los medios a través de los cuales el poder esconde sus proyectos: introducir nuevas tecnologías en la sociedad. Los desarrollos de las nano y biotecnologías en medicina corren hacia esta dirección. Propuestos como desarrollos milagrosos, llegan a ser parte de la normalidad y, poco a poco, a pasos pequeños, son aceptados por la sociedad y con el tiempo se vuelven necesarios. Pensamos a los diagnósticos genéticos preimplantacionales (DGP) en el campo de la reproducción artificial humana; propuestos como herramienta útil para identificar con antelación enfermedades genéticas y otras patologías en los embriones, llevan consigo un potencial eugenético. O sea, hemos pasado de una utilización inicial exclusivamente médica a otros usos que trascienden ese ámbito y que llegan a responder a necesidades inducidas y a sueños que esta sociedad induce y desarrolla: el sueño de la niña perfecta, a medida.
En algunos países donde la ley lo permite, a través del DGP es posible, además de evitar la presencia de una enfermedad genéticamente transmisible, elegir en el embrión características como el sexo, el color de los ojos o del pelo. Es imposible imaginar un uso bueno de la tecnología. Una vez descubierta una nueva aplicación de una tecnología se pasará ya a su realización.
Ha llegado el momento de actuar; estas tecnologías tienen efectos irreversibles, que modificarán los seres vivientes y la existencia como la conocemos ahora, haciendo siempre más penetrante y total la acción del poder sobre los cuerpos. En la procreación asistida y en el vientre de alquiler, la llamada gestación por sustitución, la reproducción se aleja de la sexualidad y de los cuerpos, es sometida al control del poder económico de los comitentes, del poder médico y tecnológico, con la siguiente perdida por parte de la mujer del poder sobre sí misma y sobre las capacidades de autodeterminar la propia relación con la hija. Como asamblea Ortigas hemos elegido estar en las plazas en el día de la jornada internacional contra la violencia a las mujeres con una concentración en contra de la procreación asistida. De hecho pensamos que la reproducción artificial sea una violencia invisible que sabotea la autodeterminación y la libertad de las mujeres.
La modificación del viviente: los organismos modificados genéticamente
La tecnología genética representa un nuevo salto de calidad en el desarrollo del control sobre la agricultura, mientras todas la posibilidades de un abastecimiento autónomo se hacne siempre más difíciles si no imposibles, y las semillas patentadas contribuyen a la destrucción de la biodiversidad.
Como muchos rey Midas o pequeños Faust, científicos de bata blanca y todos los que se entregan a la ingeniería genética quieren trasformar la realidad a su gusto hasta el genoma más intimo, recostándose felizmente dentro de una visión antropocéntrica del mundo que piensa que lo vivo sea imperfecto, un recurso que manipular y mejorar necesariamente. Las únicas cosa que tienen que quedarse intactas y que tienen que ser perpetuadas a cualquier precio son el sistema tecnocientífico, el capitalismo y su crecimiento ilimitado y totalizador.
La modificación genética del viviente es hija de este sistema y encuentra su sitio y su utilización solo dentro de una lógica de crecimiento e innovación constante, sin consideración para las consecuencias sociales y ecológicas. El mundo, pues, se vuelve un enorme campo experimental. Un laboratorio extendido, donde todo es cuerpo que descomponer, manipular, explotar.
Al hablar de organismos modificados genéticamente lo primero que ocurre es el discurso concerniente los problemas que estos puede llevar a la salud humana y de los seres vivos. Este aspecto es seguramente importante y es un problema real pero, si nuestra consideración fuese solo para el riesgo hacia la salud humana, sin tener una mirada más amplia que considere todo el sistema que produce los organismos modificados, esto podría ser un discurso fácil de explotar. El sistema con sus medios podría empeñarse a hacer cada vez más seguros los organismos modificados, reduciendo el riesgo para la salud humana y de los demás seres. Si el problema de los efectos nocivos sobre la salud fuese reducido o bien eliminado, sería una victoria solo para los que piensan que sea posible mejorar este mundo. No se trata solo de un problema concerniente la salud, sino también concerniente la explotación y la manipulación de lo vivo. Si faltase este aspecto la crítica se volvería útil para el poder, porque criticando una nocividad o un preciso desarrollo tecnológico, se favorecen otros o se anima su mejoramiento, permitiendo que el sistema se maquille de verde, sin que este sea puesto en discusión como nocividad a la base de todas las demás y origen de la opresión y de la explotación de los seres vivos y de la tierra.
Si queremos echarle un vistazo a la trayectoria de las luchas en contra de los organismos modificados en Italia, podemos partir desde la segunda mitad de los años noventa. Inicialmente llevada por algunas grandes asociaciones ambientalistas, la crítica a los organismos modificados era abordad con métodos de protesta que no eran más que una falsa solución basada en el consumo crítico, y no iba más allá de la utilización de los organismos modificados en ámbito agroalimenticio, basándose principalmente en la critica a los riesgos para la salud del ser humano. No se ponían en discusión ni la centralidad del desarrollo tecnológico ni el modelo de desarrollo capitalista.
En esos años, en el resto del mundo, se analizaba el contenido social del problema de los organismos modificados, y no solo las preocupaciones para la salud relacionadas con alergias y resistencias a los pesticidas. Los agricultores indianos fueron los primeros a practicar la destrucción completa de complejos industrial de Monsanto, y las movilizaciones numerosas de sus sindicatos, con millones de participantes, fueron las primeras a destruir latifundios cultivados con plantas modificadas genéticamente.
En el mientras en Europa y en los EEUU la resistencia se hacia más concreta, con la destrucción tanto de cultivos experimentales de organismos modificados como de cultivos con fines comerciales. En el 1998 en Italia dos acciones reivindicadas por el FLA (Frente de Liberación Animal) atrajeron la atención nacional sobre el tema de los organismos modificados genéticamente, mientras pocos años después empezaron también prácticas de sabotaje a los cultivos experimentales. A lo largo de los años han sido muchas las manifestaciones de este tipo como las acciones directas contra el sistema tecnocientífico, pero en el caso de Italia se puede observar como las movilizaciones amplias se han ido reduciendo y hoy en día hay solo pocos movimientos de protesta. A la fin de la década de los años 2000 las multinacionales, las empresas y las instituciones han empezado otra vez una vasta experimentación con los transgénicos. No obstante la ausencia de movilizaciones más incisivas, no se han detenido los ataques contra sedes y depósitos de empresas y instituciones que se dedican a la investigación y la experimentación biotecnológica.
El pasado octubre en Bergamo hubo el G7 Agricultura. Un teatro de la aprobación en que los potentes del mundo han agitado los colores verdes de la sostenibilidad, de la agricultura biológica, de las producciones pequeñas y locales, a km 0, usando el pretexto de querer escuchar a los agricultores para afrontar juntos cuestiones importantes. Han sido días en que se ha hablado de nuevas tecnologías de modificación y ingeniería genética; un cuento lleno de retórica y propaganda, que hace manifiesta la esperanza de “encontrar soluciones” definitivas a la hambre mundial y a la sobrepoblación, creando en laboratorio, gracias a la biología sintética, comidas y plantas del futuro.
En ocasión del G7, como asamblea Las Ortigas hemos organizados algunas iniciativas de protesta, concentraciones, repartición de material informativo, una jornada de intercambio de semillas y un paseo en bici hacia la sede de la multinacional Israeliana Adama Italia, que produce y comercializa venenos, y hacia el CREA, o sea el instituto de experimentación genética para la cerealicultura.
Todas estas actividades han sido realizadas con la voluntad de proponer una reflexión sobre la ingeniería genética, la relación entre esta y la agricultura y, más en general, sobre las nuevas tecnologías de manipulación y control.
El G7 Agricultura ha sido una ocasión que ha visto expresarse muchas posiciones contrarias a la cumbre, pero que sustancialmente, no tomando posiciones radicales, no han hecho otra cosa que conciliarse con la idea de un mundo en que el G7 Agricultura encaja perfectamente. De hecho presentarse como alternativas presupone prácticas de convivencia, cogestión y complicidad con el poder a que en teoría se está haciendo oposición. Convivencia porque con alternativa, por definición, se presupone una contraparte dominante que no se puede suprimir sin correr el riesgo de perder espacios garantizados. Cogestión porque los desastres que el poder está creando no son puestos en discusión como tales, sino son planteados por áreas y grupos de trabajo, que se proponen como contrapartes más “éticas” a la mesa redonda de las soluciones tecnocientíficas. De hecho es una cogestión y como tal no perturba lo que da origen al desastre, sino lo tecno-humaniza aún más, aunque sea a velocidad slow o con el sello Bio.
La crítica al G7 como evento mediático, fruto y fautor del mundo que queremos contrastar, es parte de una trayectoria de lucha. Empresas como Adama o el centro de experimentación genética para la cerealicoltura, después de todas esas contra cumbres y mesas redondas, siguen tranquilamente en el mismo camino de antes. Eventos como el G7 no pueden ser ni un punto de inicio ni un punto donde llegar para una lucha que quiere ser radical y que pensamos sea necesaria. Tenemos que rechazar el sistema de dominio con sus lógicas de delega y de cogestión democrática de las nocividades. El nuevo tecnototalitarismo no es lo de la imposición sin más, sino sobre todo es lo caracterizado por la participación, por la coexistencia: somos llamadas a colaborar voluntariamente a nuestra explotación y envenenamiento.
Hoy en día la agricultura es estrictamente subordinada a quien controla las patentes y, como ya pasa en muchas zonas del mundo, las antiguas sabidurías son suplantadas por el nuevo verbo científico. La posibilidad de elección no es más que una quimera: la única elección está entre las páginas de los catálogos. No es desde sus mesas que podemos esperar en un cambio de dirección, sino oponiéndonos radicalmente a este mundo, a sus lógicas de provecho y dominio a expensas de seres vivientes y de la tierra.
En contra del transumanismo, y la era postumana que viene
El pasado septiembre hubo la primera edición italiana del Singularity Italy Summit. La universidad de la singularidad, basándose en la teoría de la singularidad de Ray Kurzweil, se propone como objetivo lo de preparar los líderes a aplicar las tecnologías exponenciales para responder de forma adecuada a los cambios antropológicos, sociales y ecológicos que requiere el mundo tecnologizado.
Dos días dedicados al encuentro entre estudiosos, emprendedores, científicos, influencer provenientes de todas las partes del País.
En este mitin se habló de cómo afrontar “los grandes desafíos de la humanidad”. Tomando como pretexto el miedo a la muerte, el deseo de inmortalidad y superación de los límites, se planea un futuro luminoso donde la tecnología se hace herramienta de liberación y superación de todos los limites. Pero no puede existir libertad en un mundo en que, para que podamos vivir en el futuro fabuloso que nos prometen, nos piden en cambio la aceptación completa de un mundo tecnologizado, artificial, ingenierizado y nanotecnológico.
La elección de estar ahí con una concentración fuera de la sala donde hubo el mitin es fruto de la necesidad de reafirmar que las tecnologías, en cuanto herramientas del poder, no pueden si no mantener y hacer crecer ese mismo poder, con una omnipresencia y una manipulación de los cuerpos siempre mayor. La singularidad no es solo la creación de máquinas superinteligentes: ante todo es el nacimiento de un nuevo régimen autoritario, donde algunos humanos dominan sobre otros seres y sobre el mundo a su alrededor a través de las nuevas tecnologías. Un régimen donde el ser humano, ya seguro de poder manipular lo que está a su alrededor, puede ilusionarse de ser libre, corriendo detrás de su sueño de perfección, potenciándose y borrando todas las fronteras y limites físicos para dar vida al Cyborg. En este mundo los cuerpos, los elementos naturales, ya no son un fundamento indisponible sino se vuelven utilizables, manipulables, mejorables. La Singularidad que nos propinan estos tecnocientíficos no corresponde a la unicidad y a la singularidad del individuo, sino a la uniformidad y a la homologación fruto del desarrollo tecnológico